lunes, 12 de enero de 2009

SOBRE EL AZAR

Viajo cualquier día en tren o colectivo o camino por alguna
calle...
y salvo que lo tenga agendado, no sé con quién me
encontraré.
El pasajero que se sienta a mi lado, o el
transeúnte que
camina a mi
alrededor son personas
que se cruzan conmigo aleatoriamente. Es decir,
no
tengo
control, en esos casos, sobre las personas con las que
ese día
me cruzaré. Yo he previsto un itinerario de rutina,
pero no los
encuentros que tendré durante esos viajes.
Diría que son
"encuentros al
azar". Y, al menos desde
una perspectiva limitada, efectivamente, lo son.

Pero...¿realmente lo son? Estoy casado con una de esos
encuentros
aleatorios, sin que esto signifique, en absoluto,
la existencia de un
determinismo que, valga la
redundancia, determine nuestra vida.

Entre tras cosas, porque siempre puedo decidir qué hacer
frente a las
situaciones y encuentros que surgen y esa
elección, el buen uso del albedrío,
justamente, rompe
el marco del “destino”.


Para profundizar esta idea respecto al tema de
cuán azarosa puede ser
nuestra vida,
analicemos un momento la relación entre azar y caos.



Veo al azar y lo comparo al caos, del cual, no obstante caos,
surge
el orden. Por ejemplo: un niño tiene una cantidad de
piezas de madera
de distintas formas y tamaños
desparramadas sin orden a su alrededor.

El dió vuelta la caja que las contenía y cayeron al
suelo en una especie
de caos, o desorden, informe.
Pero al rato conforman una estructura
que, obviamente,
no es
producto de la casualidad ni del azar. Las piezas
preexistían a la actividad
consciente que las ordenó y esa
estructura está formada con esos "elementos" combinados
de una
manera determinada. Del caos surgió el orden...
mediante la
inteligencia.
¿Tiene importancia alguna la forma en que los elementos
cayeron al suelo de la caja? Cada vez que el niño realiza
ese juego, las piezas se sitúan de una manera diferente.
Sin embargo, según
su deseo, se repite o no la misma
construcción.
Los elementos eran preexistentes y no se
combinaron aleatoriamente.
Tal vez, en su estado original
haya lo que describiríamos como caos,
pero no hay azar
en el resultado final.
¿Se puede hablar, además, de
azar en el diseño de las
piezas del juego? Es evidente que son el
resultado de
otra
acción voluntaria que las diseñó para cumplir con un
propósito dado. Cuando el niño se cansa del juego,
desordena las
piezas, que regresan a su caja en un
montón de elementos separados, y así del orden surge
el caos. Hasta el
próximo juego.
Esto puede parecer demasiado simplista, pero
consistente con
esta idea, sabemos que la organización
del universo es la organización de las
inteligencias
(DyC 93:29-30) que fueron puestas en distintas esferas

(reinos: DyC 88:36-39). Si todas las cosas "naturales"
son inteligencias
de distinto grado (pertenecientes a un
reino mayor o menor) nada de lo
organizado, en tanto
actividad inteligente, ha podido quedar librado al
azar,
en el mismo
sentido que el ejemplo del juego
mencionado antes.
En este contexto, el "orden de lo
creado" (organizado) debe responder,
además, a un
factor de voluntad
de las inteligencias que se han
sometido a dicha disposición de orden, y en el
permanecen. Para profundizar esta idea desde la óptica
adoptada es importante
destacar que existe una semejanza,
o modelo implícito, que es replicado
en distintos niveles
de existencia. Notemos lo que dice la siguiente
escritura:
“y he
aquí, todas las cosas tienen su semejanza, y se han
creado y hecho todas las cosas para que den testimonio
de mi;
tanto
las que son temporales como las que son
espirituales; cosas que
hay arriba en los cielos, cosas
ue están sobre
la tierra, cosas que están en la tierra
y cosas que están debajo de la tierra,
tanto arriba como
abajo
; todas testifican de mí”, (P. de G. P. - Moisés 6:63)

Esta declaración menciona que en la complejidad natural
subyace un
orden de carácter simple, forzosamente no
reduccionista, que parecería
estar representado a toda
escala por la geometria de los fractales. Como
es sabido,
la representación gráfica de este tipo de geometría es la
solución
de una función matemática, y por lo tanto
parece ser posible preguntarse
cuáles podrán ser las
ecuaciones a las que responde la organización de las
inteligencias.
Entonces,
¿dónde queda el azar? Porque en toda
ecuación, que tiene en principio algún tipo de solución,
si el resultado
inicial es conocido, la iteración sobre sí
misma no dará
resultados aleatorios, y por muy
extravagantes que resulten siempre podrán ser
analizados.
Así, del aparente caos surge el orden, no porque haya

azar y caos resultante sino porque hay complejidad a
partir de lo simple.

Entonces, el desarrollo iterativo de la ecuación, cualquiera
sea su planteo,
conforma un atractor que subyace y
vuelve a aparecer constantemente
a distintos niveles,
alrededor del cual se teje toda la estructura compleja.

La cuestión será plantear cual es el atractor alrededor
del cual se
manifiesta la naturaleza, la vida, o el orden
de lo creado. Aquí seria
conveniente establecer que
cuando nos
referimos al orden natural ya no estamos
tratando con objetos, sino con sujetos, o
inteligencias,
no
importa su forma, color, tamaño o el lugar que
ocupen en la
naturaleza.
Si alguien se siente aburrido, aquí tiene tema para
pensar un buen rato
.

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